El frío recorría la sierra a la hora que cada día su padre le mandaba realizar “la tarea".  Cogía su habito lleno de restos de animal echado al hombro y se disponía a subir al punto más escarpado, Hacía semanas que aquello parecía no ser suficiente para ellos.  Seguían matando a pesar de todo.

 

A la mañana siguiente fue su padre el que enfiló el sendero hacía la sierra.  Habla escuchado a escondidas la noche anterior cómo quedó citado con sus colegas en el punto de siempre.  Pero ahora no iba cargado de carroña, por lo menos eso pensó él.  Quizás si hubiese podido leer su pensamiento...

 

 

- Malditos sean.... lo han vuelto a hacer.  Si seguimos así no podremos sobrevivir con nuestros cada vez más diezmados rebaños.  Tenemos que actuar pronto - dijo su padre a los allí reunidos.

 

En ese momento fue cuando lsmael levantó el brazo para hablar.  Ojala nunca lo hubiese hecho.  Había sido siempre el más esquivo de todos.  Incluso para ellos, acostumbrados a pasar meses a solas en el campo con la única compañía de sus rebaños, aquel hombre les parecía demasiado oscuro y siniestro.

 

- Creo saber cuál puede ser la solución.  Durante siglos las bestias han atemorizado a nuestras gentes y se han alimentado de nuestro escaso sustento.  Sólo durante un tiempo ya lejano, hace ya siglos, fue el hombre capaz de aliviar su incansable voracidad y fue porque... - en ese momento se detuvo pensativo ante la mirada expectante de todos... supieron que sólo la sangre y la carne de otro adversario igual de voraz que ellos podría saciar su hambre: “SÓLO LA CARNE DEL HOMBRE LOS APLACARÁ”.

 

Sus palabras sonaron atronadoras en aquel silencio.  Nadie se atrevió a hablar.  Sólo agacharon sus cabezas y regresaron cada uno a su quehacer.  Todos en silencio pero sabiendo muy bien lo que tenían que hacer.

 

No sería por tanto extraño que a partir de ese mismo día se sucedieran las noticias de gentes desaparecidas en la sierra, pobres desgraciados que perdieron su vida mientras ponían cepos, recogían setas o simplemente fueran tan desdichados como para pensar en adentrarse a dar un tranquilo paseo por los alrededores... lo cual les condujo a todos a una muerte inmisericorde a manos de aquellos hombres que alimentaban al mismo demonio convertido en colmillos y garras de acero.

 

Parecía, sin embargo, que aquello surtió efecto y comenzaron a descender las muertes entre ovejas y resto de ganado que pastaba por los alrededores.

 

La bestia se aplacó... por poco tiempo.  Pronto decidirían que por qué esperar a recibir aquellos manjares si ellos mismos podían conseguirlos fácilmente.

 

Muy pronto el caos reinó por aquellas montañas donde sólo el mismo demonio se atrevería a caminar.  Se contaban por cientos las personas que desaparecían no sólo del bosque sino de sus propias casas.  Aquello suponía por tanto el fin de todo.  El abandono de aquel lugar por unos habitantes que lo poblaron durante siglos.

 

 

Aquel hombre desgarbado por los años avanzaba entre la maleza con su escopeta en la mano.  Los demonios sabrían bien con quien se enfrentaban -pensaba lsmael mientras se dirigía a la morada de la bestia con su cuerpo emponzoñado de veneno.  Camadas de lobeznos lo recibieron entre juegos. Él los fue matando uno a uno.  Hasta que llegó a la guarida donde un lobo negro como la noche lo esperaba acechante.  Le apuntó, pero no se percataba de la manada que tras de él se abalanzó con furia.  Cuando se dio cuenta era demasiado tarde.  Yacía en el suelo devorado por decenas de lobos hambrientos' Sonreía pensando lo fácil que resultaba ignorar la forma de caza en manada que tantas veces habla admirado de su enemigo.  En un último suspiro pensó que tal vez su consentido olvido y aquella pócima que él mismo había realizado servirían de algo para acabar con ellos por fin.

 

Despertó con un agudo dolor de sienes y el estómago provocándole arcadas... Abrió lentamente los o os y lo que vio le dejó el alma helada.  Lobos destrozados a su alrededor envueltos en charcos de vísceras y sangre.  A mayor distancia otros componentes de la manada lo observaban emitiendo un lamento profundo que recordaba el sollozo.  Le pareció que le observaban con.... ¡miedos!

 

Instintivamente se dirigió al arroyo cercano a saciar su terrible sed cuando lo que vio reflejado en el agua le dejó sin respiración.

 

- ¡¡¡Dios mío que he hecho!!! Fue lo único que consiguió emitir.

 

 

Dicen que a partir de entonces un ser mitad humano, mitad monstruo con aspecto repulsivo que asemejaba en sus facciones a un grotesco lobo se convirtió en jefe de la manada para sembrar el terror de cualquier infeliz que se atreviese a acercarse lo suficiente como para escuchar su horripilante aullido.