Relato ganador del concurso de relatos cortos para la VII Noche del Terror

Aun recuerdo lo que sucedió. Esta tarde, justamente cuando llegaba a la Plaza del Pueblo, me he encontrado con un Gran Cartel que anunciaba la Inauguración del nuevo hotel, ubicado en las antiguas Atarazanas. La vista se me nubló y el tiempo empezó a correr marcha atrás.

Aquella mañana me levanté completamente ilusionado, pues como cada año, habían llegado atracciones ambulantes a la Atarazana, aquel año hubo más atracciones que nunca, traían el Carrusel, Güaitomas, un estupendo circo con , Magos, Mujeres Barbudas, hombres diminutos, deformes y muchos muchos payasos. Era la primera vez que mis padres me dejaban ir con mis amigos.

Poco a poco se fue acercando la hora del comienzo, las 8 de la tarde, era ya entrado marzo, por lo que se empezaba a vislumbrar el rojizo ocaso. Habíamos quedado Luís, Pedro y yo, Manuel; como siempre en la Plaza, el sitio más cercano para todos.

Cuando llegamos, todo nos parecía enorme, un payaso nos recibió en el centro de la pista, aquello apuntaba a buenas maneras. Boquiabierto nos quedamos cuando dieron paso al desfile de todos aquellos personajes que esa noche veríamos, pero si algo nos impresionó fue la mujer barbuda y los pequeños hombres con su aspecto entre tenebroso y monstruoso. Salimos entusiasmados y corrimos hacia el Carrusel, dimos una y otra vuelta, yo me cogí un maravilloso caballo tordo que rotaba en el circulo interior. Aquello fue todo un espectáculo, montamos una y otra vez, hasta que las 25 pesetas que llevábamos cada uno, le dimos fin.

Corrimos a nuestras casas para pedir más dinero, pero lo único que conseguimos fue una buena reprimenda por haberlo gastado todo. De vuelta a la Atarazana, de repente Luís mira hacia el Suelo y se encuentra dos duros. - Nos da para montarnos tres veces más-. Corrimos calle abajo, como si el diablo nos persiguiese, queríamos llegar a tiempo, pues pronto cerrarían.

Entramos como una bala y nos dirigimos sin dilaciones a montarnos en el Carrusel pero fue en ese momento cuando a Pedro se le ocurrió, que podíamos entrar en la Sala de los Espejos, una de las atracciones que aun no habíamos probado. Yo me negué en un principio, pues estaba obsesionado con montarnos de nuevo en el Carrusel, pero al final accedí. Cuando salimos de la Sala de los Espejos, que a ninguno nos gustó, pues las deformaciones de nuestras caras y cuerpos, aquel aspecto, nos producía más miedo claustrofóbico que otra cosa. Aun si cabe, deseábamos más ansiadamente volvernos a montar en el Carrusel. ¡Que desilusión !cuando nos dimos cuenta ya recogían todo y cerraban la atracción. Nos sentamos en las poyatas del puente y poco a poco todo iba quedando en silencio, del gentío, ruidos y música de las atracciones ya poco quedaba.

Fue en aquel momento, cuando se me ocurrió que podíamos colarnos en la Atarazana por las ventanas traseras que generalmente se quedaban abiertas. Dicho y hecho, ninguno pusimos reparo en la aventurilla que se nos presentaba por delante. En un momento, cuando nos dimos cuenta estábamos dentro, el silencio era casi sepulcral, de repente Pedro comenzó a echarse atrás, no quería seguir , pero yo no podía evitar el volver a montarme en el Carrusel, animé a ambos . -no seáis miedicas y venga, estamos solos, no pasa nada- poco a poco se fueron convenciendo, llegamos al carrusel el portalón de los mandos estaba abierto y todas las figuras, en aquel momento me parecían aun más grandes, sus enormes sombras se proyectaban sobre todas las paredes. Con la atrevida juventud que nos caracterizaba, empecé a toquetear los mandos, Luís y Pedro ya estaban encima de la plataforma, junto a mi. En aquel momento se encendió el Carrusel, notamos el tirón del comienzo pero algo pasaba, le había dado marcha atrás. En ese momento la manga del jersey de Luís se trabó en los engranajes del Carrusel, Pedro intentaba tirar de él pero poco a poco lo iba engullendo, sus gritos y alaridos eran ensordecedores, yo manipulaba los mandos desesperadamente para pararlo como fuera , pero estaba descontrolado, no podía, en ese momento la atracción paró fortuitamente y Pedro salió despedido , yo gritaba, lo buscaba pero no respondía, casi a gatas y tanteando por el suelo pude dar con su cuerpo, estaba boca abajo, pensaba que estaba inconsciente y cuando le di la vuelta, mi cuerpo se paralizó y el terror invadió mi rostro al descubrir que parte de la cara de Pedro había quedado destrozada, lo zarandee, le grité entre sollozos, pero nunca despertó. No sabía que hacer, instintivamente me fui como pude hacia la ventana, salté enloquecido y corrí sin parar hasta mi casa. Fue en el aquel momento cuando el pánico me sobre pudo, mis padres vieron mi cara completamente descompuesta, sin saber que hacer y aterrado, les conté que nos saltamos a la atracción y que los de la feria tenían a Pedro y Luís. El revuelo fue inmediato, medio pueblo iba hacia la Atarazana, tiraron las puertas abajo y fue cuando descubrieron los cuerpos de Luís y Pedro. Las mutilaciones del cuerpo de Luís eran de tal magnitud que muchos al entrar y verlo, salieron con en el vómito en la boca. El ambiente se enrareció y corrió como la pólvora los deseos de venganza. En cuestión de segundos todo ardía, los vecinos enfurecidos y llenos de rabia, prendieron fuego a todo. No dio tiempo a nada, el miedo las ansias de venganza hicieron mella y el fuego pronto llegó a las caravanas del circo y antes de que pudieran decir o hacer nada, el fuego los abrasó.........

De repente, di un repullo y de nuevo las pesadillas que año tras año y que de alguna manera había intentado olvidar, habían vuelto. Aquel local volvería a tener vida después de veinte años. Un edificio completamente en ruinas, que no tiene vida, que quedó como las llamas lo dejaron y que después de tanto tiempo parece que todo hace presagiar que algo tenebroso esconden sus paredes. Dicen que aun, en el silencio de la noche, se oyen gritos, y que dos jóvenes deambulan como almas en pena. Se rumorea que solo existe una explicación, quieren venganza, y yo solamente se la respuesta, se lo que quieren...

Después de varios años, las obras han terminado, un edificio flamante, coqueto y acogedor como este Pueblo se merece. El discurso inaugural será en el salón principal, al cual han acudido personalidades municipales y políticos de la provincia.

Yo no me esperaba la invitación para asistir al acto, me cogió por sorpresa, parece ser que invitaron a todos los trabajadores municipales. Pero había un problema yo no podía olvidarme de todo lo que ocurrió en aquel edificio, aunque ya no era el mismo, yo aun veía sus paredes pintadas, su estructura de madera, sus antiguas máquinas ... Los recuerdos me estaban matando, era algo imposible de quitármelo de la cabeza.

Al final me decidí y asistí. Empezaron los discursos institucionales, un poco aburrido la verdad, pero ya sabemos como son estas cosas. Ya quedaba poco para finalizar el acto. De repente las puertas se cerraron, como si una bocanada de aire las hubiera empujado, las cerraduras se bloquearon, todos empezábamos a ponernos nerviosos, la gente murmuraba. Un grito llenó el salón, nadie sabía de donde provenía, nos quedamos petrificados en nuestros asientos, los gritos ya llegaban de todos lados, un cierto olor a humo empezaba a inundar el salón, el pánico llegó, la gente gritaba, intentaba salir parecía imposible, el humo ya empezaba a salir por todos lados, se agolpaban y aporreaban las puertas, todo era imposible. Entonces me di cuenta, aquel edificio estaba maldito, me buscaban a mi, querían venganza, me situé en el centro del salón y grité con todas mis fuerzas , de forma sobrenatural -Aquí me tenéis, es a mi a quien queréis, yo seré vuestro, por fin se hará justicia- En ese momento las puertas se abrieron, y todos corrieron de forma arrolladora, yo me quedé inmóvil y pronto estuve solo, el humo y las llamas hicieron su trabajo.

El fuego pronto hizo del nuevo edificio un amasijo de escombros e hierros. La historia se repetía, todo volvía al principio y por fin podrán descansar mis remordimientos.
Dicen que se han vuelto a ver fantasmas, esta vez son tres y juegan en un Carrusel.

 

Jorge López Álvarez